La difteria es más frecuente entre el primer y el tercer año de vida. La localización en la laringe es muy grave, ya que las membranas formadas en este lugar pueden provocar el ahogo del niño. Se transmite por contacto directo con una persona enferma o una portadora sana de la bacteria.
Gracias a la vacuna contra la difteria, la tos ferina y el tétanos (DPT), la difteria es una enfermedad muy rara, pero la protección no dura para siempre. Los adultos tienen que aplicarse una nueva dosis cada 10 años.
La vacunación tiene que mantenerse, ya que abandonarla supondría poner en riesgo a la población de bebés susceptibles de sufrir y transmitir la enfermedad y todavía puede ser una enfermedad peligrosa.